- Pastoral ante la Jornada Mundial de los Pobres, en la que pide tender la mano a los más necesitados y asegura que “hay una pobreza visible en las calles y otra que permanece oculta entre las paredes de los hogares”
“Los pobres son también una luz del Evangelio en el camino de nuestra peregrinación para dar sentido a nuestra vida, sabiendo que nada que afecte a los demás, nos puede ser ajeno, y ayudándonos a llevar los unos las cargas de los otros porque nadie puede esperar para sí sin esperar para los otros, con todos los otros”. Así se expresa el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, en su Carta Pastoral para la Jornada Mundial de los Pobres, una cita instituida por el papa Francisco y que se desarrollará este próximo domingo día 15 de noviembre. El lema de este año es Los pobres, luz del Evangelio en nuestro camino y monseñor Barrio explica que esta jornada ha de ser “aldabonazo” que “quiere reavivar la llamada de atención que debemos prestar a los pobres con los que Jesús se identifica”. El arzobispo indica, además, que “hay una pobreza visible en las calles y hay otra que permanece oculta entre las paredes de los hogares”. Para monseñor Barrio, “hay que pasar de una política “hacia” los pobres a una política “con” y “de” los pobres”.
“En estos tiempos de la pandemia”, comenta don Julián, “se nos ha advertido de que no debemos darnos la mano para evitar posibles contagios. Esto nos hace a veces sentirnos distantes. En nuestra costumbre el modo habitual del saludo lo hemos suplido por otros gestos porque seguimos sintiendo la necesidad de la cercanía y concordia que contribuyen a darnos cuenta de que nos necesitamos los unos a los otros. Tender la mano siempre acorta las distancias y nos ayuda a ver la realidad concreta que una persona puede estar viviendo”.
Por eso, insiste el arzobispo compostelano, “nuestra actitud no debe ser la pasividad y la inactividad sino tender la mano al pobre, que significa, como nos dice el Papa, invitarnos a la responsabilidad y es un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino, llevando las cargas de los más débiles, y dejándose conmover por la pobreza de la que a menudo somos también cómplices”.
Monseñor Julián Barrio explica que “en este panorama fácilmente nos defendemos globalizando la indiferencia, y nos justificamos convenciéndonos de que no se puede hacer nada y de que han de ser otros los que traten de solucionar este problema, o echando la culpa a los demás. Es cuestión de todos, estando por medio la justicia y la vida de los desprotegidos”. El arzobispo manifiesta, además, recordando palabras del papa Francisco que “la mejor ayuda para un pobre no es sólo el dinero, que es un remedio temporal, sino el hecho de permitirle vivir una vida digna a través del trabajo y promoverlo desde la solidaridad y la subsidiaridad”.
Carta Pastoral en la Jornada Mundial de los Pobres