Carta a los Sacerdotes en la solemnidad del Sagrado Corazón. 19 de junio 2020

Queridos hermanos sacerdotes:

Por las circunstancias conocidas no hemos podido celebrar la fiesta de San Juan de Ávila como solíamos hacerlo, ni han podido participar en la Misa Crismal todos los sacerdotes que lo hubieran deseado. Éstas son dos celebraciones referenciales a la hora de avivar nuestra espiritualidad sacerdotal.

Este año en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Jornada de Santificación de los Sacerdotes, recordamos que estamos llamados a ser pastores según el corazón de Cristo. Como tampoco vamos a poder reunirnos, os pido programar un tiempo de oración ante el Santísimo en vuestras parroquias a las ocho de la tarde del día 19, sintiéndonos unidos como presbiterio diocesano.

Carta del Papa Francisco

El Papa Francisco envió una carta a los sacerdotes para agradecerles su servicio generoso y animarlos a abrazar con amor su vocación, en el 160 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars. En ella nos ofrece unas claves para interpretar el ministerio sacerdotal, que nos pueden ayudar en nuestra meditación. Son las siguientes:

Nos habla de la gratitud. Nuestro corazón debe estar siempre abierto a la gratitud: “Gracias por buscar fortalecer los vínculos de fraternidad y amistad en el presbiterio y con vuestro obispo, sosteniéndose mutuamente, cuidando al que está enfermo, buscando al que se aísla, animando y aprendiendo la sabiduría del anciano, compartiendo los bienes, sabiendo reír y llorar juntos, ¡cuán necesarios son estos espacios! E inclusive siendo constantes y perseverantes cuando tuvieron que asumir alguna misión áspera o impulsar a algún hermano a asumir sus responsabilidades”.

Se refiere el Papa a la misericordia, como signo perfectamente inteligible en el pastor, teniendo en cuenta que somos ministros de la misericordia y de la reconciliación y que “la verdadera puerta de la misericordia es el corazón de Cristo”. “Por los escalones de la misericordia podemos llegar hasta lo más bajo de nuestra condición humana -fragilidad y pecados incluidos- y, en el mismo instante, experimentar lo más alto de la perfección divina: «Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso». Y así ser capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse”.

Otra clave es la compasión, atendiendo con entrañas compasivas a las inquietudes y zozobras de la gente. “Gracias por las veces en que, dejándose conmover en las entrañas, han acogido a los caídos, curado sus heridas, dando calor a sus corazones, mostrando ternura y compasión como el samaritano de la parábola (cf. Lc 10,25-37). Nada urge tanto como esto: proximidad, cercanía, hacernos cercanos a la carne del hermano sufriente. ¡Cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote que se acerca y no le huye a las heridas de sus hermanos!”.

El sacerdote ha de tener un corazón vigilante, orando para no caer en tentación (Mt 26,41) y para no cansarse de esperar. “Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o con nosotros mismos, podemos vivir la tentación de apegarnos a una tristeza dulzona, que los padres de Oriente llamaban acedia…Tristeza que vuelve estéril todo intento de transformación y conversión propagando resentimiento y animosidad… Hermanos, cuando esa tristeza dulzona amenace con adueñarse de nuestra vida o de nuestra comunidad, sin asustarnos ni preocuparnos, pero con determinación, pidamos y hagamos pedir al Espíritu que «venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos las costumbres, abramos bien los ojos, los oídos y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado”.

Un corazón animoso. «Para mantener animado el corazón es necesario no descuidar estas dos vinculaciones constitutivas de nuestra identidad: la primera, con Jesús. Cada vez que nos desvinculamos de Jesús o descuidamos la relación con Él, poco a poco nuestra entrega se va secando y nuestras lámparas se quedan sin el aceite capaz de iluminar la vida (cf. Mt 25,1-13)… En este sentido, quisiera animarlos a no descuidar el acompañamiento espiritual, teniendo a algún hermano con quien charlar, confrontar, discutir y discernir en plena confianza y transparencia el propio camino… La otra vinculación constitutiva: acrecienten y alimenten el vínculo con vuestro pueblo. No se aíslen de su gente y de los presbiterios o comunidades. Menos aún se enclaustren en grupos cerrados y elitistas. Esto, en el fondo, asfixia y envenena el alma. Un ministro animado es un ministro siempre en salida”.

Consagración al corazón de Cristo

Consagremos nuestro corazón al corazón de Cristo configurándonos con sus mismos sentimientos. “El sacerdote que ya no reza con fidelidad y descuida los elementos que sostienen su relación de intimidad con el Señor acumula un “déficit” peligroso, que puede generar sensación de vacío, percepción de frustración e insatisfacción, dificultad en la gestión de la soledad, de las necesidades y de los afectos, hasta el riesgo de exponerse a amistades y vínculos “externos” que, llegados a ese punto, podrían ocasionar un desmoronamiento de un edificio humano-espiritual ya marcado por diversas fisuras” (Texto de la Congregación para el Clero).

Con todo agradecimiento, fraternal afecto y bendición en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela