“Buscad al Señor y revivirá vuestro corazón” (Ps 68, 33)
Queridos diocesanos:
La cuaresma es una oportunidad de gracia que se nos concede para ir avanzando en ese proceso de configurarnos con Cristo. Como nos dice el papa Francisco en su Mensaje y leemos en el Prefacio de la primera semana de cuaresma: “Dios concede a sus hijos anhelar con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que por la celebración de los Misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios”. De manera especial hemos de considerarnos pobres ante Dios, recordando aquella oración de Santo Tomás de Aquino: “Dios Todopoderoso y eterno, he aquí que vengo al sacramento de tu Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo. Vengo como un enfermo al médico de la vida, como un impuro a la fuente de la misericordia, como un ciego a la luz de la claridad eterna, como un pobre y desposeído al Dueño del cielo y de la tierra. Imploro pues la abundancia de tu inmensa liberalidad a fin de que te dignes curar mi enfermedad, purificar mi suciedad, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez”. Es la plegaria de quien se siente pobre y que sabe que sólo puede hacer aquello que se le conceda.
Llamada a la conversión
“Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor y revivirá vuestro corazón” (Ps 68, 33). En este convencimiento sabemos que la llamada a la conversión es un don de la misericordia de Dios que hay que agradecer en nuestro itinerario a la santidad, convencidos de que “si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo, y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención… Sin embargo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte”[1]. El pecado nos lleva a ese afán de dominio y de posesión creyéndonos dueños y señores cuando sólo se nos ha encomendado la misión de ser administradores de la realidad creada. Rompe la comunión con Dios, con el hombre y con la naturaleza que de ser un jardín se transforma en un desierto. La conversión ha de llevarnos a arrepentirnos y a pedir perdón como realidades liberadoras, sabiendo que Dios nos ama como somos, pero nos quiere distintos y mejor de cómo somos.
Ayuno, oración y limosna
La Iglesia en este tiempo de Cuaresma nos llama de manera especial a la oración, al ayuno y a la limosna. “Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación a devorarlo todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece”[2]. El proyecto de Dios sobre nosotros es amarle con todo nuestro corazón y con nuestra alma, y al prójimo como a nosotros mismos, encontrando ahí la alegría de nuestra felicidad. “Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Heb 3,7-8). La dureza del corazón no deja ver y comprender la revelación que Jesús nos trae, e impide acoger la vida nueva que ofrece.
24 Horas para el Señor
En este camino cuaresmal no olvidemos la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 8 y el sábado 9 de marzo. En la adoración eucarística encontramos también el clima propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Ruego que en las parroquias y en las comunidades religiosas se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.
¡Feliz camino hacia la Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
[1] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma de 2019, 1.
[2] Ibid., 3.