Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2023

“Déjate cautivar por su rostro desgastado”

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, sintiendo muy cercanas a las personas enfermas y acompañándolas en la situación concreta. Orienta nuestra reflexión el lema: “No me rechaces ahora en la vejez, no me abandones” (Sal 71,9).

Nuestros mayores

Miramos a nuestros mayores de manera especial. Con este sentir el papa Francisco llama a la Iglesia a fijarse en la parábola de Buen Samaritano. Hemos de cuidar a nuestros mayores y de manera especial si se encuentran enfermos ya estén en casa, en las residencias o en los hospitales. Muchos de ellos añaden a la enfermedad el peso de los años. Hemos de dejarnos cautivar por su rostro desgastado y surcado por las arrugas en las que se perciben ecos de esperanza, evitando la “cultura del descarte” y caminando con y junto a ellos como Dios “que es cercanía, compasión y ternura”, lo hace. La necesidad “del cuidado y de la compasión” nos urge a todos. Cuidar a nuestros mayores más que una obligación, recordada en el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, es algo que debemos sentir como una necesidad no sólo por caridad sino también por justicia. Es verdad que la enfermedad puede acompañarnos siendo niños, jóvenes, adultos o mayores. Percibimos esta realidad en nosotros o en los demás en la vida de cada día. “La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana”[1]. En nuestro peregrinar humano necesitamos ser acompañados y acompañar si queremos llegar lejos, tratando de que los demás no nos pasen desapercibidos en su situación concreta. “Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida… Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante”[2].

“Cuida de él” (Lc 10,35)

Cuida de él” (Lc 10,35) es la recomendación del samaritano al posadero. Jesús nos lo recuerda también a cada uno de nosotros, y al final nos exhorta: “Anda y haz tú lo mismo”. Escribe el papa Francisco: “La Encíclica Fratelli tutti propone una lectura actualizada de la parábola del buen samaritano. La escogí como eje, como punto de inflexión, para poder salir de las sombras de un mundo cerrado y pensar y gestar un mundo abierto (cf. n. 56). De hecho, existe una conexión profunda entre esta parábola de Jesús y las múltiples formas en las que se niega hoy la fraternidad. En particular, el hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino, representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda. No es fácil distinguir cuáles agresiones contra la vida y su dignidad proceden de causas naturales y cuáles, en cambio, provienen de la injusticia y la violencia. En realidad, el nivel de las desigualdades y la prevalencia de los intereses de unos pocos ya afectan a todos los entornos humanos, hasta tal punto que resulta difícil considerar cualquier experiencia como natural. Todo sufrimiento tiene lugar en una cultura y en medio de sus contradicciones”[3].

Agentes sanitarios y familias

Decía el papa Benedicto XVI, “Jesús, que está atento al sufrimiento humano, nos hace pensar también en todos aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, especialmente en los médicos, en los agentes sanitarios y en quienes prestan la asistencia religiosa en los hospitales. Son reservas de amor, que llevan serenidad y esperanza a los que sufren. En la encíclica Deus caritas est, expliqué que, en este valioso servicio, hace falta ante todo competencia profesional -que es una primera necesidad fundamental-, pero esta por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, que necesitan humanidad y atención cordial. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una formación del corazón: se les ha de guiar hacia el encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro”[4].

No me olvido y agradezco con afecto a tantas familias que en sus casas atienden y cuidan a los mayores enfermos. No olvidéis que compartir la debilidad de las personas enfermas es tallar para sí un corazón misericordioso. “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”[5].

¡Santa María, “Salud de los enfermos, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”! Queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración y me encomiendo a la vuestra. Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Mensaje del Papa Francisco para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo en 2023.

[2] C. HONORÉ, Elogio de la lentitud.

[3] Mensaje del Papa …

[4] BENEDICTO XVI, Angelus del 1-7-2012.

[5] FRANCISCO, Misericordiae vultus, nº 6.