Carta Pastoral en el Día del Seminario. Marzo 2023

Levántate y ponte en camino

Queridos diocesanos:

Me dirijo de manera especial a vosotros, queridos jóvenes, en la celebración del Día del Seminario en este año 2023. Traigo a la memoria en esta ocasión aquellas palabras del hijo menor de la parábola quien no encontrando sentido a su vida, dice: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros” (Lc 15,18).  Esta es la reflexión que quiero compartir con vosotros pidiéndoos que tengáis la valentía de levantaros y poneros en camino buscando a qué vocación os llama el Señor. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a su vida y, con ello, una orientación decisiva”, escribía el papa Benedicto XVI.

La llamada del Señor

Dios llamó a Moisés para decirle: “Levántate y marcha al frente del pueblo para que entren y tomen posesión de la tierra que prometí a sus padres que les daría” (Dt 10,11). Llamó a Abrahán: “Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré” (Gen 12,1ss). La Virgen María, después que el ángel le anunció la encarnación del Hijo de Dios en su seno, “se levantó y se puso en camino de prisa” (Lc 1,39): ella es el modelo para el seminarista de todos los tiempos saliendo de sí misma y poniendo su vida al servicio de los demás. También Cristo, “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario de despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres” (Fil 2,6-7) para salvarnos, llama a seguirle y esto comporta un descentramiento de nosotros mismos en la medida en que provoca un cambio de mundos, aquel en el que nos movemos y aquel en que él quiere que nos movamos para centrarnos en Dios y en los demás. El mundo de Pedro era el mar y la pesca. Jesús le dirá: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). Llamó al joven rico (Mt 19,16-24) que no se comprometió a seguirle porque no era una persona libre. Estaba atado a sus bienes. Sólo se ama en la libertad y se puede responder a la llamada.

A qué nos llama

En la vocación al sacerdocio el Señor llama a estar con Él, a caminar con Él, a trabajar con Él, y a predicar la Buena Noticia de forma que su Palabra se hará Palabra en el que ha sido llamado con el poder de expulsar demonios (Mt 5,1-11): la increencia, la injusticia, la codicia de los corazones, las enfermedades descontroladas, las depresiones psíquicas…. Responder a esta llamada es encontrarse con la vida verdadera, la única que puede llenar las profundas aspiraciones espirituales sin añorar otras realidades como los ídolos que “tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, tienen nariz y no huelen, tienen manos y no tocan, tienen pies y no andan, no tiene voz su garganta” (Ps 115). Vuestra respuesta, queridos jóvenes, ha de ser generosa y alegre. No la veáis fundamentalmente como un sacrificio sino como una ofrenda agradecida. Jesús os llama por entero, también en medio de vuestras debilidades y dificultades. Ante vuestras seguridades es necesaria la confianza en el amor de Dios que nos ve siempre mejor de lo que uno se ve a sí mismo y que siempre espera con los brazos abiertos.

Nuestra colaboración en la llamada de Jesús

Queridos diocesanos, sacerdotes, miembros de vida consagrada y padres de familia, compartid este mensaje en la predicación, en la catequesis y en la familia. A mí siempre me alegra comentar con los jóvenes esta inquietud y preocupación. Dios quiere realizar también la llamada sacerdotal a los jóvenes a través de nosotros. Nos damos cuenta de que la mies es mucha y los obreros son pocos. Unámonos en la oración y cuidemos diligentemente a nuestros Seminarios Mayor y Menor, institución diocesana donde encontramos a quienes respondiendo a la llamada del Señor se preparan para recibir el ministerio sacerdotal, mirándose en el espejo de la Virgen María que acoge con sencillez, obediencia y humildad el plan de Dios, y teniendo en cuenta la cruz de Cristo. “¡Cristo es nuestra vida! A la centralidad de Cristo le corresponde también la centralidad de la Iglesia: son dos fuegos que no se pueden separar: yo no puedo seguir a Cristo más que en la Iglesia y con la Iglesia… Ser hombres enraizados y fundados en la Iglesia: así nos quiere Jesús. No puede haber caminos paralelos o aislados”[1]. De la esperanza vocacional al sacerdocio hoy, se podrá percibir el futuro de la diócesis mañana.

Exhortación final

Recemos constantemente por los llamados al sacerdocio. Y dentro de nuestras posibilidades colaboremos económicamente para que nuestros Seminarios tengan los medios necesarios y adecuados para ofrecer la mejor formación humana, espiritual, académica, pastoral y comunitaria a quienes se preparan para recibir el ministerio sacerdotal. Los ponemos bajo el patrocinio del Apóstol Santiago, de San José y de María, madre de los sacerdotes y de los seminaristas.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Homilía en la fiesta de San Ignacio de Loyola, 31-8-2013.