Crónica de un afecto anunciado

En la pantalla, una fotografía y un breve texto. La imagen es del arzobispo, con gesto muy característico, apoyadas las manos en el mentón, con la mirada atenta, reflexiva. La frase es escueta y simplemente proclama “Monseñor Julián Barrio Barrio, 25 años de Ordenación Episcopal. Gracias”. El salón está abarrotado, cálido en contraste con el gélido ambiente de las rúas por las que los asistentes han llegado al auditorio. Manuel Ángel Blanco, responsable de la Delegación de Medios de Comunicación Social, ejerce como presentador y conductor de este acto entrañable de homenaje diocesano al arzobispo monseñor Julián Barrio.

El obispo auxiliar, monseñor Jesús Fernández González, quien ha coordinado desde hace tiempo la preparación de los actos para festejar este XXV aniversario de la Ordenación Episcopal de D. Julián, toma la palabra y en nombre de todos los diocesanos felicita al arzobispo y, sobre todo, da gracias a Dios por sus años de dedicación a esta Iglesia particular que peregrina en la tierra del Apóstol. “Somos una sinfonía coral”, dice D. Jesús. “Aquí están los Srs. Cardenales Rouco, su inmediato antecesor en esta Sede, y Blázquez que fue nuestro Obispo Auxiliar; el Sr. Arzobispo de Braga D. Jorge; están los Obispos de la Provincia Eclesiástica D. Luis, D. Alfonso, D. Leonardo y D. Luis Ángel; está también D. Manuel, antiguo obispo de Mondoñedo-Ferrol, Diócesis sufragánea de esta Provincia; ante Vd. también los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos; así mismo los fieles laicos”. Intervención de Mons. Jesús Fernández

Interviene a continuación, con la atenta escucha del auditorio, Isidro García Tato, un reconocido intelectual, profesor e investigador de prestigio, quien habla desde la amistad con D. Julián y hace un entrañable recorrido de los años de estudio y formación compartidos. Su exposición de las vivencias compartidas despierta la sonrisa de los oyentes en varias ocasiones, sobre todo cuando indica que el mundo futbolístico “perdió un magnífico medio centro”, pues pocos sabían de las aficiones al balompié del arzobispo en su etapa de estudiante. Intervención de Isidro García Tato

Luego de esta magistral exposición de Isidro García Tato, de vital intensidad, sube al estrado Francisco J. Buide del Real, secretario del Instituto Teológico Compostelano (ITC), quien presenta el volumen misceláneo “Sembrar en surcos de esperanza”, que junto a “In verbo tuo, Domine. Escritos jacobeos y pastorales II”, se ofrecen como regalo al arzobispo. Buide explica que el título del volumen “recoge un sentido profundo de este homenaje y una agradecida valoración de su ministerio para con nosotros”. Intervención de Francisco J. Buide del Real

Pero, quizá, la gran sorpresa llega con la proyección de un video y la entrega de un regalo de toda la Archidiócesis. El primero es corto en su metraje, aunque plagado de emociones para D. Julián, en el que se recogen declaraciones suyas hablando de su vocación sacerdotal y testimonios e imágenes entrañables de su familia. El segundo, el regalo, es un cuadro del Apóstol Santiago, obra del pintor Manuel Quintana Martelo, que el obispo auxiliar, monseñor Jesús Fernández González, y el vicario general, D. Víctor Maroño Pena, entregan al arzobispo, mientras el director de la Fundación Catedral, el canónigo Daniel Lorenzo, explica las características de la obra pictórica.

Y al final, D. Julián en unas palabras agradecidas, cargadas de afecto, se emociona al mencionar a su familia y a los médicos que le han atendido en su paso por el Hospital Clínico. “Muchas gracias”, dice el arzobispo, “por todo lo que han dicho. Me acordaba de lo que el Maestro Mateo dijo al concluir la obra del Pórtico de la Gloria: “Lo que hay de bello y bueno le corresponde a Dios, lo que haya de malo a mí me corresponde”.  Escribía san Buenaventura: “Donde desfallece el entendimiento, toma vuelos el afecto”. Decía Álvaro Cunqueiro que “los que recordamos, siempre volvemos a encontrarnos”. Y es que en la raíz de todo encuentro deseado entre personas queridas aflora enseguida el recuerdo y se aviva la raíz de la memoria afectuosa y agradecida”.

Y como en todo acontecimiento auténtico, hay un encuentro personal entre quienes han asistido a la Misa de Acción de Gracias en la catedral y entre los que han estado en el auditorio de Abanca. Un encuentro de comunión entre el pastor de esta diócesis y sus diocesanos, entre el pastor y su presbiterio, con la memoria llena de momentos singulares como las palabras de D. Julián en el claustro catedralicio, acordándose de todos los sacerdotes fallecidos…

…Y alguien, al salir de nuevo a la rúa del Preguntoiro comentaba: “En realidad esto es la crónica de un afecto anunciado”. Pues sí, el afecto de la Iglesia que peregrina en Santiago a su arzobispo.