El arzobispo de Santiago ha presidido esta mañana en la Catedral la solemne Eucaristía del día de la Natividad del Señor

A las 11:40hs. se iniciaba la procesión del Cabildo catedralicio hasta el Altar Mayor donde a las 12:00hs. D. Julián acompañado por numerosos canónigos daba comienzo la Misa estacional de la Navidad.

El Ceremonial de los Obispos señala que la Misa Estacional es “la principal manifestación de la Iglesia local» al celebrar el obispo la Eucaristía en la catedral «rodeado por su presbiterio y los ministros, con plena y activa participación de todo el pueblo santo de Dios”, (artículo 119 del Ceremonial de los Obispos). El Ceremonial también indica que esta forma de celebrar la Misa debe asignarse a las mayores solemnidades del año litúrgico, como la Natividad del Señor.

En su homilía señaló como “ante un niño recién nacido, se nos alegra el alma porque descubrimos cómo se renueva la confianza de Dios en el hombre” y como debemos celebrar que “Dios se ha hecho hombre por nosotros para acompañarnos en estas circunstancias en que vivimos”. Afirmó también que “Vivir la Navidad es recuperar la fuerza para afrontar los problemas de la vida diaria, personal, familiar, laboral, política y social, como hijos de Dios”

“Navidad -recordó-es la manifestación del misterio del amor de Dios hacia nosotros, revelando que el Hijo de Dios no quiere dominar la historia desde posiciones de poder, sino que la quiere habitar en la sencillez de una familia pobre; no quiere utilizar tácticas de fuerza, sino buscar la concordia lejos de toda violencia.”

En sus palabras sintetizó como ese Dios-con- nosotros se ha hecho verdadero hombre con un corazón humano, que se emociona, se compadece y sufre como todos los demás hombres pero que nos enseña que “que el camino de la felicidad pasa por la austeridad, el de la paz por la justicia, el de la abundancia por la solidaridad, el de la salvación por el amor. El Hijo de Dios se hizo hombre para redimir todas las situaciones humanas: las alegrías, y las tristezas; los éxitos y los fracasos; la salud rebosante y la enfermedad; los momentos de plenitud radiante y los instantes de dudas y perplejidades. Cuidemos que la luz de Belén no se apague por los vientos gélidos de la indiferencia religiosa”.

Mons. Barrio terminó su reflexión invitando a que “contagiemos el espíritu de la Navidad” a nuestros hermanos creciendo nosotros mismos en Santidad.