El arzobispo presidió el funeral por el eterno descanso del conselleiro de Facenda, Valeriano Martínez

El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, celebró este lunes el funeral por el eterno descanso de Valeriano Martínez, el conselleiro de Facenda fallecido repentinamente hace  algunos días. La ceremonia se desarrolló en la catedral compostelana, con presencia de los familiares del conselleiro, del presidente de la Xunta y miembros de su Gobierno, del delegado del Gobierno y del alcalde de la ciudad, entre otras autoridades. “Recordamos hoxe a Don Valeriano”, dijo el arzobispo en su homilía, “persoa de ben, honesta e laboriosa, ó servizo de Galicia. “Soubo mirar lonxe, con amplitude e con profundidade”, afrontando na súa responsabilidade os retos nas encrucilladas da existencia. Don Valeriano morréuselle á súa familia á que amou entrañablemente como esposo e pai; morréuselle a Galicia a la que serviu na súa vocación política con grande capacidade profesional, dedicación xenerosa, honradez encomiable e eficacia probada. Sentía necesidade das súas raíces”.

Monseñor Julián Barrio dijo a la familia del conselleiro fallecido: “Querida familia de Don Valeriano, pai e morte son palabras penúltimas porque sagradas e últimas son Deus Pai e vida eterna. O tempo da proba para el deu paso á eternidade da recompensa. “Se o gran de trigo cae na terra pero non morre, quedará el só; pero se morre dará froito abondoso” (Jn 12, 24). Soamente esta esperanza pode consolar axeitadamente a perda dun ser querido e dar sentido á súa vida e á súa morte, aos seus proxectos e traballos”.

El arzobispo recordó a los asistentes que “celebrar cristianamente la muerte es proclamar que Dios no nos abandona más allá de la muerte y que creemos en la vida eterna. Dios no renuncia a nosotros al otro lado de la muerte donde tenemos a Cristo para interceder por nosotros y acompañarnos a participar en su felicidad “donde descansaremos y veremos, veremos y amaremos, amaremos y alabaremos”.

“Dios nos creó”, indicó el arzobispo, “llamándonos desde la nada, y nos resucitará llamándonos desde la muerte a la vida eterna. Nuestro hermano D. Valeriano, sabía que la muerte que nos coge siempre de improviso, fue vencida por la resurrección de Cristo. Hemos de aceptar la claridad que el misterio de la muerte nos trae, una claridad tremenda y consoladora. “Tremenda porque la certeza de la vida futura modifica nuestros juicios sobre el valor de las cosas y de los acontecimientos de nuestra vida temporal, y nos aconseja sobre la inevitable responsabilidad de todos nuestros actos en relación al juicio futuro de Dios. Consoladora porque la certeza de la vida futura significa la victoria sobre la muerte; ese fatal y temible acontecimiento que pone fin a nuestra vida temporal, pero no suprime en realidad nuestra existencia”.