El arzobispo de Santiago presidió en la tarde de hoy, en Marín, y con la presencia de SS.MM. los Reyes de España el funeral por el eterno descanso de las víctimas del naufragio del pesquero gallego Villa de Pitanxo.
En un templo abarrotado y durante una ceremonia cargada de emociones el prelado compostelano comenzó agradeciendo a D. Felipe y Dª. Letizia su presencia. En su homilía quiso hacer llegar a las familias de las víctimas las condolencias: “Os ha llevado en su corazón Galicia, España y tantas personas más allá de nuestras fronteras que han pedido que os trasmita sus condolencias con su oración y solidaridad. También el Papa Francisco os acompaña. Se lo agradecemos vivamente. Os acompañamos en el sentimiento con nuestra oración”.
“La noticia del naufragio -continuaba D. Julián- en las aguas gélidas de Terranova sobrecogió nuestra alma que buscó en la oración el sosiego para encomendar al Señor a quienes han perdido sus vidas, dar gracias por los supervivientes, e implorar el consuelo y la serenidad para las familias”.
Mons. Barrio transmitió un mensaje de esperanza recordando las palabras de Cristo: “Yo soy la resurrección y la vida, todo el que cree y vive en mí no morirá para siempre”. Y afirmó: “Con esta certeza quisiera, queridas familias, enjugar vuestras lágrimas y aliviar vuestro dolor, acompañando sencilla y afectuosamente vuestro silencio en oración”.
“La fe en Jesucristo Resucitado -continuó- nos sostiene y nos reafirma en la convicción de que la última palabra la tiene Dios y es siempre una palabra de vida. Solo esta esperanza puede consolar la pérdida de unos seres queridos y dar sentido a sus vidas y a sus muertes, reanudar con ellos un diálogo que la muerte interrumpió bruscamente y consolidar los vínculos de una comunión real, garantizada por Cristo”.
Ante preguntas del porqué de esta tragedia o dónde está Dios cuando ocurren desgracias como estas que hacen estremecer nuestra fe, D. Julián recordó unas palabras del Papa Benedicto XVI pronunciadas en el campo de concentración de Auswitzh en 2006: “No podemos comprender el secreto de Dios. Debemos seguir elevando, con humildad pero con perseverancia, ese grito a Dios: para que el poder que Dios ha depositado en nuestro corazón no quede cubierto y ahogado en nosotros por la tristeza y la desesperación”.
Terminó el arzobispo de Santiago su homilía con estas palabras: “encomendemos aos nosos irmáns á misericordia de Deus para que as fraxilidades propias do peregrinar neste mundo non lles impediran sentar xa na mesa celestial e deixemos o seu destino nas mans divinas con dor pero con paz, con bágoas pero con esperanza. Ao Santo Apóstolo Santiago pedímoslle que lles acompañara ata o pórtico definitivo da Gloria e á nosa nai a Virxe do Carmen que lles acubillara baixo o seu manto. O Deus da paz e da esperanza sexa para todos nós fortaleza. Nada poderá arrincarnos do amor de Deus”.