En el Día de los Abuelos. Julio 2021

En este Año Santo Compostelano y con tantos sentimientos en esta historia del coronavirus recordamos a tantos abuelos que murieron en la pandemia. Son muchos los nietos que los llevan en su corazón haciendo el camino de Santiago por ellos.

No ignoramos lo importantes que son los abuelos, “testigos del pasado e inspiradores de sabiduría para las nuevas generaciones”, en la formación y en la educación dentro de la escuela familiar donde son maestros de la comprensión y del afecto, de la fe y de la oración, en el aconsejar y en el consolar. Es una imagen entrañable encontrar a los abuelos por nuestras calles acompañando a los nietos, ya sea camino a casa, a la Iglesia o al colegio, o sencillamente dando un paseo. Una imagen llena de serenidad y ternura, de confianza y esperanza. Es el horizonte donde se forja una nueva convivencia y cultura humana, uniendo el pasado y el presente, la experiencia y la curiosidad, la sabiduría y el afán de aprender.

Los abuelos son el gran crisol del amor de la familia. En este escenario  desempeñan un papel importante, y no deben ser considerados como un peso inútil, ni tampoco deben ser contemplados sólo como “objeto de atención, cercanía y servicio”. Es preciso valorar su presencia como transmisores de una sabiduría que va más allá de una simple cultura. En la historia de todos los pueblos y en el sentir de todas las generaciones, están aureolados por el prestigio y rodeados de veneración.

Acogerles y mostrarles nuestra solidaridad más allá de todo deber, lo hemos de sentir como una necesidad. Es preciso ofrecerles todo nuestro apoyo, colaborando a su calidad de vida. En sus ojos cansados pero oteando siempre nuevos horizontes, encontramos esa chispa de viveza que nos descubre una existencia profunda y serena. En su rostro surcado por las arrugas, fruto de un largo bregar, descubrimos tristezas y esfuerzos que van a dar a la mar de un alma tranquila y confiada. En sus palabras tejidas con la mente y el corazón se nos ofrece el consejo tantas veces pensado en el ámbito misterioso de sus soledades. No busquemos en ellos las flores de la primavera,  exuberantes y vistosas, sino los frutos sazonados del otoño, que se manifiestan con lucidez.

En los abuelos percibimos la paz y la armonía que las destroza no el dolor sino el desamor. Ayudemos a nuestros abuelos no a recordar sino a seguir viviendo mientras caminan hacia la plenitud de la felicidad. Los encomendamos a San Joaquín y a Santa Ana, abuelos de Jesús.

Con afecto pastoral y bendición en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Santiago