Monseñor Barrio preside la Eucaristía de inicio de curso en los centros académicos de la Diócesis compostelana

  • “Al comenzar este curso académico cargado de incertidumbre nos reunimos en oración pidiendo la luz y la fuerza del Espíritu Santo”, dijo el arzobispo

Una solemne y sencilla Eucaristía presidida por el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, abrió este lunes, fiesta de San Mateo, el curso en los centros académicos de la Archidiócesis de Compostela. “Al comenzar este curso académico”, dijo el arzobispo, “cargado de incertidumbre nos reunimos en oración pidiendo la luz y la fuerza del Espíritu Santo”. En su homilía, monseñor Barrio indicó que “baixo a mirada da Santísima Virxe María e do Apóstolo Santiago, comezamos este curso, confiándolle o traballo e a dispoñibilidade dos Profesores, Alumnos e colaboradores nas nosas Institucións académicas e pedíndolles o gozo de vivir as dimensións profundas do traballo en atención as necesidades da Igrexa diocesana”. A la Santa Misa celebrada en la capilla del Seminario Mayor asistieron únicamente los alumnos, seminaristas y profesores.

En su homilía, monseñor Barrio comentó, en alusión a la fiesta litúrgica del día, la del apóstol y evangelista San Mateo, que “el llamamiento de este publicano y recaudador de impuestos al servicio del imperio romano es un signo de esperanza para quienes se juzgan indignos de esta gracia. Nunca hubiera pensado este galileo que Cristo iba a fijarse en él. Oye la voz de un desconocido que le dice “sígueme”. No pregunta quién es ese hombre, no se mete en elucubraciones, no pide tiempo para reflexionar o para ocuparse de otros negocios aparentemente más importantes. Sólo hay llamada y respuesta. Es la fe pura e incondicional”.

Monseñor Barrio también señaló que “esta experiencia de Mateo nos llama a construir sobre Cristo. No nos dejemos llevar por la mundanidad que nos aleja de Dios y nos instala en una doble vida. El saber teológico es fundamental para que la Iglesia recorra el camino del hombre en medio de sus expectativas e inquietudes. La investigación teológica deberá mantenerse abierta a los signos de los tiempos, recogiendo lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Con el estudio de las otras disciplinas la preocupación es hacer florecer un humanismo cristiano que dé sentido a la vida del hombre de nuestros días en medio de un paisaje muy plano en el que es débil la transmisión de la fe”.

El arzobispo comentó, además, que “la llamada de Cristo ni condiciona ni obliga al hombre sino que le da tanto la libertad como la capacidad de seguirla por propia iniciativa, dando el mejor contenido posible a la vida. ¿Qué hace un genuino seguidor de Cristo? Por supuesto, darle a conocer”.