Intervención de mons. Barrio en Cope: 13 de diciembre de 2019

 

“Gaudete”. Esta palabra latina que tantas resonancias litúrgicas nos trae en este tercer domingo de Adviento es el eje sobre el que pivota este tiempo fuerte. Alegraos, regocijaos… Es la alegría como fruto especial del Espíritu Santo, porque el Adviento ciertamente es un periodo de penitencia y de preparación a la llegada del Mesías; pero es, ante todo y sobre todo, la etapa de la esperanza, del júbilo por el Hijo que va a nacer, del gozo ante la llegada de Aquel que se ha encarnado en María, la llena de gracia.

Nos dice el profeta Isaías en la primera lectura de este domingo singular que “volverán los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos; en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría”. Y el salmista señala que el esperado hará “justicia a los oprimidos”, dará pan “a los hambrientos” y libertará “a los cautivos”. ¿Hay mayor motivo de alegría que este: que el Señor “reine eternamente…, de edad en edad”?

Esta es la alegría que el mundo no nos puede arrebatar. Este es el gozo que trasciende a los problemas cotidianos, a los agobios domésticos, a las angustias provocadas por las incertidumbres sociales, económicas o políticas. Nuestras certezas reposan en la serena alegría de un pesebre, en el silencio del acontecimiento más transcendental de la historia, en los ángeles extasiados ante el misterio, en los hombres que adoran al Niño y oyen en su interior la música más armónica, la culminación sinfónica del trabajo de la Creación.

La alegría de la Navidad es esa: la contemplación del Dios hecho  carne y la acción comprometida, radical, en favor del desfavorecido, del necesitado, del indigente. “Os lo repito, estad alegres” (Flp. 4, 4-5). De esa genuina alegría podemos sacar fuerzas para superar las tentaciones del consumismo, del sentimentalismo fácil, de la comodidad y del aburguesamiento que pretenden descentrar el sentido auténtico de la Navidad. A Belén se va por el camino alegre del servicio para recoger allí a manos llenas la alegría con la que festejar con el humilde y el empobrecido.