Monseñor Barrio anima a los diocesanos a recuperar el ritmo de la vida eclesial una vez superada la actual situación

  • “Sentimos ya”, dice el arzobispo, la “necesidad de celebrar fraternal y comunitariamente nuestra fe día a día y sobre todo en el Domingo, día del Señor”
  • Asegura que “ahora es necesario retomar las catequesis” y “preparar la celebración de los sacramentos”

El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, ha dado a conocer una carta pastoral, en la que bajo el título de “La pastoral del día después”, anima a todos los diocesanos a recuperar el ritmo de la vida eclesial una vez que se haya superado el estado de alarma. “Poco a poco”, dice monseñor Barrio, “y Dios quiera que cuanto antes, nos vamos acercando a ese día después de la situación que estamos viviendo con motivo de la pandemia del coronavirus”. Y añade que, “posiblemente las orientaciones de las autoridades sanitarias cuando sea posible afrontar una determinada normalidad, nos van a condicionar en relación con los hábitos y costumbres que formaban parte de nuestra vida hasta ahora”, indicando que “sentimos ya la necesidad de celebrar fraternal y comunitariamente nuestra fe día a día y sobre todo en el Domingo, día del Señor. Agradecemos las posibilidades que nos han ofrecido los medios telemáticos pero hemos echado en falta las presencias personales”.

En su carta pastoral, el arzobispo compostelano señala que “nuestra preocupación pastoral debe ser transformar con creatividad la nueva realidad que va a tocar vivir” e indica que “ahora es necesario retomar las catequesis, preparar la celebración de los sacramentos: bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios, ordenaciones sacerdotales, confesiones, unciones de los enfermos, y recordar en la eucaristía con los familiares a los fallecidos, no olvidando el compromiso caritativo y social. Es la Iglesia humilde y cercana a la condición humana y espiritual del hombre, y portadora de salvación y de esperanza”.

Monseñor Barrio comenta, también, que “la Iglesia ha de estar atenta a cuanto se mueve en la sociedad civil y ésta debe considerar la propuesta eclesial demostrándose que cuando se converge en la dignidad y en la realización integral de la persona las características propias de cada institución siempre son complementarias y compatibles”. Señala, además, que “el sentir religioso no desaparecerá jamás porque no se puede eliminar del corazón del hombre la promesa sobre el significado  de la propia vida que siempre bordea el misterio”.