“Queremos transmitir un mensaje de esperanza a una Europa angustiada y decirle con fuerza: levántate, Europa”

  • Documento final del encuentro del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa desarrollado en Santiago
  • Un texto elaborado “desde la tumba del Apóstol Santiago, meta de numerosos peregrinos provenientes de muchos lugares de nuestro continente”

En la sesión de clausura de los trabajos de la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), los miembros de esta institución hicieron público un mensaje final en el que recordaron la importancia de Santiago de Compostela como centro de peregrinación, al tiempo que pidieron perdón por los pecados de miembros de la Iglesia. Los obispos invitaron a Europa a redescubrir sus raíces y a percibir los signos de esperanza que, a pesar de las dificultades actuales, pueden ayudar a construir un escenario mejor en el continente y en la propia Iglesia. En el mensaje indicaban que “queremos  transmitir un mensaje de esperanza a una Europa angustiada y decirle con fuerza: levántate, Europa”.

Los obispos aluden, además, al ejemplo de tantos santos y mártires, antiguos y contemporáneos, cuyas vidas y testimonios son un auténtico impulso para encontrar los signos de esperanza en medio de los tiempos actuales. “Ellos brillan como estrellas en el firmamento”, señalan.

“Europa, alégrate de la bondad de tu gente, de los muchos santos escondidos que cada día contribuyen en silencio a la construcción de una sociedad civil más justa y humana. Cuida a las familias, las únicas capaces de asegurar nuestro futuro. Reconoce con gratitud su fe en Dios y su ejemplo”, manifestaban.

El mensaje se lanzaba, “desde la tumba del Apóstol Santiago, meta de numerosos peregrinos provenientes de muchos lugares de nuestro continente, ante la que nosotros, obispos del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, renovamos nuestra profesión de fe sobre el fundamento de los Apóstoles”.

“En estos días”, añadían, “hemos tenido la alegría de ver a tantos jóvenes, y no tan jóvenes, caminando hasta Santiago, llegando hasta el Pórtico de la Gloria”. “Conscientes de nuestros límites y de tantas debilidades que causan sufrimiento a toda la Iglesia, también nosotros llegamos a la Catedral para depositar, en el rito del Abrazo, nuestra aflicción y súplica en los hombros del Apóstol, para pedir perdón por nuestros errores y comprometernos nosotros mismos con esperanza y confianza en el futuro”.