Testimonio de Christian Stephen

Me llamo Christian Stephen, tengo 33 años, y curso el tercer año en el Seminario Mayor de Santiago de Compostela.
Mi historia es algo particular, pues no recibí el Bautismo hasta los 15 años, ya que era evangélico. A los 17 años, en España, quise seguir más de cerca a Cristo, y me preguntaba cuál era su voluntad para mí. En esa búsqueda de la voluntad de Dios me preguntaba no sólo por mí vocación, sino por la verdad, y debido a que en 2° bachillerato veía asignaturas como filosofía e historia del arte, me empecé a interesar más por la cultura en general, y por la búsqueda de la verdad.
En una ocasión me nombraron a san Agustín, que por su vida marcada por un camino de continua conversión, me influyó mucho en mi caminar. A partir de aquí empezó mi apertura a la Iglesia católica, pues empezaba a ver que ella contenía cosas de gran valor que ayudarían mucho a mi camino de fe.
No fue, sin embargo, hasta los 22 años cuando se me borraron, aún más, los prejuicios sobre la Iglesia. A través de un libro, que trataba sobre antropología filosófica, y cuyo autor era católico confirmé más el espíritu universal del catolicismo y su apertura a la verdad.
Poco tiempo después leí algunos textos de Benedicto XVI, y me cautivó sobre todo su diálogo con intelectuales incluso no creyentes.
En definitiva, lo que me atrajo de la Iglesia fue toda la riqueza espiritual y humana que tiene, pero sobre todo su gran compromiso con la verdad, venga de donde venga.
Entonces decidí ser católico, pero el paso no fue tan inmediato. Con 25 años hice la profesión de fe y fui admitido en la Iglesia Católica y dos años mas tarde me confese por primera vez y me prepare para la confirmación. Desde entonces empecé a asistir a misa y comulgar con frecuencia.
No acaba ahí está historia, pues tanto mis padres como mi hermana, se incorporaron también a la Iglesia. Mi hermana recibió todos los sacramentos hace tres años, y mis padres se casaron por la Iglesia también hace tres años, lo cual para mi es una confirmación de mi camino.
A raíz de mi conversión a la Iglesia católica y mi anhelo de profundizar y saber más, no sólo sobre esta, sino sobre el misterio de Dios, surgió en mí el interés por la teología. Por eso decidí empezar la carrera de Sagrada Teología. En el camino me encontré con que la Teología no sólo es para estudiarla, sino para ponerla en práctica, como me había hecho ver un sacerdote.
En 2018 tuve un retiro espiritual, y fue ahí donde descubrí que Dios me llamaba posiblemente al sacerdocio. Solo se que en ese momento sentí una gran paz.
Ahora, en el tercer año de seminario, veo la mano de Dios en este camino, que consiste más en dejarse hacer que en otra cosa. Veo cómo es más un llamado, aunque naturalmente hay que responder. Y veo cómo la fe es una fe en comunidad. La Iglesia no sólo es algo bonito, ni una grandiosa idea. Es ese lugar donde se hace realidad lo que escribió el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas est: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1).